Hacia finales del período Cretácico existió un dinosaurio que era un corredor innato, el cual se comportaba muy parecido a los actuales lobos y chacales. Acá les presentamos algunos datos de esta notable criatura
Dromaeosaurus ("reptil corredor") era un género particular de dinosaurios que agrupaba a varias especies de lagartos bastante similares, que se caracterizaban por ser carnívoros relativamente pequeños, pero muy rápidos, los cuales eran expertos cazadores ya que actuaban en manadas muy coordinadas. Dentro de esta familia, el individuo más representativo fue el Dromaeosaurus albertensis, que existió hace unos 80 millones de años en lo que hoy en día es Canadá (sus restos fueron encontrados en la provincia de Alberta, de ahí su nombre).
El Dromaeosaurus albertensis fue el primer terópodo de la familia de los Dromaeosáuridos en ser descubierto, debido a lo cual le aportó su denominación a la familia completa. Otros de sus parientes cercanos son el Deinonychus y el popular Velociraptor.
Dentro de las características del emblemático Dromaeosaurus albertensis está el que no se trataba de una bestia muy grande (medía más o menos un metro de alto y dos de largo), pero de todas formas igual fue uno de los cancerberos más efectivos de la prehistoria, gracias a su notable juego de equipo para cazar: se desplegaba en grupos, donde cada uno de los individuos cumplía una función específica para dar muerte a su oponente, por muy grande y poderoso que éste fuera.
Incluso para el saurópodo más titánico o para el terópodo más bravo, enfrentarse a una pandilla de dromeaosaurios hambrientos debe de haber sido una prueba durísima, y muchas veces mortal. La velocidad de estas criaturas, sumada a sus garras filosas y a sus potentes mandíbulas, hacían del dromeaosaurio un rival imbatible, sobre todo tomando en cuenta que casi siempre actuaba en clara superioridad numérica frente a su oponente.
La ferocidad de un ataque por parte de un grupo de estos animales debe de haber sido tan brutal, que incluso considerando la remota posibilidad que el contendor pudiese sobrevivir, de seguro las profundas heridas lacerantes igual terminarían por acabar con su vida, tras una dolorosa y cruenta agonía. Además, al igual a como lo hacen los chacales, su buen sentido del olfato habría hecho que los dromaeosaurios acosaran incluso por varias horas a su víctima moribunda, esperando a cierta distancia hasta verlo caer... y de ahí finalmente devorarlo por completo.
El chacal del Cretácico |
Dentro de las características del emblemático Dromaeosaurus albertensis está el que no se trataba de una bestia muy grande (medía más o menos un metro de alto y dos de largo), pero de todas formas igual fue uno de los cancerberos más efectivos de la prehistoria, gracias a su notable juego de equipo para cazar: se desplegaba en grupos, donde cada uno de los individuos cumplía una función específica para dar muerte a su oponente, por muy grande y poderoso que éste fuera.
Incluso para el saurópodo más titánico o para el terópodo más bravo, enfrentarse a una pandilla de dromeaosaurios hambrientos debe de haber sido una prueba durísima, y muchas veces mortal. La velocidad de estas criaturas, sumada a sus garras filosas y a sus potentes mandíbulas, hacían del dromeaosaurio un rival imbatible, sobre todo tomando en cuenta que casi siempre actuaba en clara superioridad numérica frente a su oponente.
La ferocidad de un ataque por parte de un grupo de estos animales debe de haber sido tan brutal, que incluso considerando la remota posibilidad que el contendor pudiese sobrevivir, de seguro las profundas heridas lacerantes igual terminarían por acabar con su vida, tras una dolorosa y cruenta agonía. Además, al igual a como lo hacen los chacales, su buen sentido del olfato habría hecho que los dromaeosaurios acosaran incluso por varias horas a su víctima moribunda, esperando a cierta distancia hasta verlo caer... y de ahí finalmente devorarlo por completo.
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