Sinceramente, creo que ni la derecha conservadora ni la centroderecha timorata han estado a la altura de los desafíos actuales.
Chile vive momentos claves en su política, los cuales sin lugar a dudas que marcarán a futuro la Historia de nuestro país. Hemos visto como lamentablemente las fuerzas de izquierda y ultraizquierda se van incrementando día a día, gracias a lo cual han logrado rutilantes triunfos electorales en el último año, los cuales tienen al país al borde del despeñadero.
Pero seamos sinceros: no todo eso es gracias a la brillante estrategia de la izquierda para adoctrinar las mentes de al menos tres generaciones de chilenos en las aulas de colegios y universidades. La derecha también tiene una culpa tremenda, pues no ha sabido dar la batalla cultural necesaria para hacer frente a una maquinación así de efectiva. Dicho de otro modo, la derecha y la centroderecha se han quedado entrampadas en el lodo, sin ni siquiera ser capaces de quitarle a la izquierda las falsas banderas que enarbola como heroína, banderas que por cierto no son de izquierda ni tienen por qué serlo.
La izquierda ha enarbolado la bandera de lucha de los pueblos originarios, de las personas gays, de los inmigrantes y de las causas medioambientales, y la derecha no ha hecho nada por recuperarlas. Esto es porque la derecha conservadora cada vez se ha ido quedando más estancada en su discurso de los años 80s, y en medio de su parsimonia intelectual sólo se ha dedicado a promover la xenofobia, a caricaturizar a los pueblos autóctonos, y además a la negación del calentamiento global y de su negativo efecto sobre el Ecosistema. Pero también es culpa de la centroderecha moderada y tibia, que muchas veces se ha olvidado que sus bases están en la derecha, renunciando casi por completo a luchar para defender el modelo neoliberal y la seguridad pública robusta frente a la delincuencia y el terrorismo. Los errores han venido de lado y lado, y eso hay que decirlo.
Ante eso, creo que tanto la derecha conservadora como la centroderecha moderada y tibia no han estado a la altura de las circunstancias, y no han sabido hacer una correcta lectura de lo que es la sociedad del siglo XXI, en la cual vivimos actualmente. Pero no todo está perdido: la solución es esa derecha libertaria que tantos adeptos genera en las grandes potencias del hemisferio norte, y que tan poca gente conoce en Chile. Me refiero a una derecha que se sienta orgullosa del modelo neoliberal, que defienda la seguridad pública, pero que a la vez acoja a los inmigrantes, promueva la Ecología, luche por los pueblos originarios, que fomente la libertad de culto y el respeto a todos los credos, y que se base en un liberalismo tanto político como valórico, pero a la vez dejando bien en claro que jamás dará pie para la propagación del libertinaje perverso.En tiempos de desafíos importantes, hago un llamado a la gente de derecha a abrazar las ideas de la derecha libertaria, tal vez la única rama ideológica de nuestro sector capacitada para hacerle lucha mano a mano al brutal neomarxismo, que día a día gana más espacios y contamina la cabeza de más personas, especialmente entre los jóvenes. Es así como me atrevo a decir que la dialéctica en el siglo XXI ya no debería ser Comunismo contra derecha conservadora (como lo fue en buena parte del siglo XX), sino que debería ser Neomarxismo contra derecha libertaria. Las cartas están echadas, y frente a ello, no queda más que decir "Don´t tread on me", tal como lo sostiene la gloriosa bandera de Gadsden.
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