Es vital tratar de quitarle a la ultraizquierda todas esas banderas de lucha que no necesariamente son banderas de la izquierda: los inmigrantes, los indígenas, las mujeres jóvenes, las personas homosexuales, etcétera.
Hacia finales de los años 70s surgió en el mundo el movimiento "Rock Against Communism" ("Rock contra el Comunismo"). Ese fue el primer atisbo de lo que sería la guerra cultural contra la ideología marxista a nivel global. Sí, es cierto que el orbe ha cambiado mucho en estos últimos cuarenta años, como así también ha mutado el propio del Comunismo, o más bien dicho, de los comunistas: hoy en día, muchos de los izquierdistas jóvenes ya no se autodenominan como comunistas sino que como "la ciudadanía", "el pueblo", "la sociedad empoderada", "los marginados", agrupándose en una serie de partidos con nombres de fantasía que en conjunto conforman el Neomarxismo, una ideología que defiende los mismos principios del Comunismo clásico, pero que reniega del Comunismo por intereses electorales... y en el fondo sigue siendo tan comunista como antes. Quienes estamos contra el Comunismo, hoy en día debemos estar tan atentos a los comunistas como a los neomarxistas.
Respecto al Comunismo propiamente tal, parto diciendo que lo ideal sería que estuviese proscrito de la política chilena. Pero seamos realistas: eso nunca más volverá a suceder. Lo que hizo el ex presidente Gabriel González Videla fue épico, pero ya es historia. Hoy en día el Comunismo en Chile se ha fortalecido demasiado, sobre todo entre los jóvenes... y ni hablar del Neomarxismo, que es aún más fuerte. Después de las catastróficas consecuencias de la Revolución Terrorista del 2019 (tiernamente llamada "Estallido Social"), no hay dudas que si algún día en Chile volviera a ser proscrito el Partido Comunista, el país se transformaría en un caos nunca antes visto: inevitablemente terminaríamos en guerra civil, y yo no quiero ver a Chile como una nueva Siria, ni nada por el estilo. Un simple decreto jamás terminaría con la maldad y perversión mental de los comunistas, de hecho todo lo contrario: los motivaría a expeler su odio a través del Terrorismo, que es su herramienta preferida con la cual ellos ejercen la coerción para obtener sus objetivos políticos (como lo ha sido acá la Nueva Constitución). La ultraizquierda chilena lo que más desea es un conflicto armado de esas características, para forzar a tener un nuevo Punta Peuco del cual profitar por los próximos sesenta años.
Yo creo que en democracia al Comunismo hay que enfrentarlo de otras formas, no prohibiéndolo... por mucho que el propio Comunismo y el Neomarxismo sean de por sí antidemocráticos, lo cual quedó en evidencia ahora cuando la diputada Camila Vallejo llamó a desobedecer el acuerdo de los 2/3 en torno al debate dentro de la Convención Constituyente. Al Comunismo y al Neomarxismo hay que frenarlos desde el campo de las ideas, ridiculizarlos y dejarlos como lo que son: ideologías demenciales que defienden a terroristas. Y en ese plano es en donde entra a jugar la llamada "guerra cultural" o "batalla cultural": es ahí en donde tenemos que enfrentar a la ultraizquierda.
Obvio que dar la guerra cultural contra la ultraizquierda en Chile es demasiado difícil, principalmente porque en la derecha ya le hemos dado tres décadas de ventaja a la izquierda, la cual lleva más de treinta años adoctrinando a niños y jóvenes en colegios y universidades, y otros tantos usando los medios de TV y radio como elementos de propaganda ideológica. Nosotros no disponemos en este momento ni de la prensa a nuestro favor, ni de las aulas, pero sí podemos hacerles frente en forma coordinada usando en bloque todos los medios alternativos de los que sí disponemos: las redes sociales. Acá es muy importante el rol que pueden tener los blogs de derecha y también los canales de Youtube, como así también los grupos de Facebook, siempre y cuando sean abiertos y permitan compartir su contenido.
Lo primero es lo primero: quitarle a la iquierda todas esas banderas de lucha que ellos usan, y que no necesariamente son banderas de izquierda. Hay que desenmascararlos. Tenemos que demostrar que nosotros también podemos enarbolar las banderas que defienden la causa de los indígenas, de los inmigrantes, de las mujeres jóvenes y de las personas homosexuales. Todos esos eslóganes no son de izquierda,sino que son bastante más amplios, y detrás de ellos hay personas que se identifican con dichas causas. Sin renegar de nuestros fundamentos que son defender la libertad, el patriotismo, el orden y la seguridad pública, y el crecimiento económico, perfectamente podemos demostrar que todo eso es compatible con apoyar a los indígenas, a los inmigrantes, a las mujeres jóvenes y a los homosexuales. No le dejemos a la izquierda crecer hacia donde no le corresponde.
Pero también es cierto: yo critico enormemente a algunos influencers y líderes de opinión de la derecha, que a través de sus redes sociales se llenan la boca con la guerra cultural, pero lo único que hacen con sus comenntarios es promover el clasismo y la xenofobia. Ese no es el camino. La estrategia es ampliar el espectro de nuestro electorado, no cerrarlo, y eso se logra con convicciones pero también con empatía por todas esas personas que no son como nosotros, pero que la izquierda -cual lobo con piel de oveja- trata de acogerlos en forma interesada sólo buscando los votos, a través de una ambiciosa maquinación de marketing político. Porque nadie es más xenófobo que el izquierdista frente a un inmigrante de derecha, y nadie es más homofóbico que el izquierdista frente a un gay de derecha, y eso es lo que justamente tenemos que dejar bien en claro en esta batalla cultural: esas banderas de lucha no son exclusivas de la izquierda.
Una vez superado este tema, hay que unificar el discurso, y tratar de enfocarlo en los temas donde la derecha supera a la izquierda: primero, las ideas de derecha mejoran la Economía y generan más empleos. Segundo, convencer a la gente que el problema a nivel global es la pobreza y no la inequidad. Tercero, mostrar una y otra vez que la izquierda chilena defiende a terroristas pirómanos. Cuarto: hablar de los fracasos del modelo socialista en Cuba y en Venezuela todas las veces que sea necesario. Por muy majadero que sea, este ejemplo hay que darlo a conocer siempre, y esto es principalmente debido a un detalle no menor al respecto: no existe ninguna diferencia ideológica entre la ultraizquierda castrista de Cuba, entre la ultraizquierda chavista de Venezuela, y entre la ultraizquierda frenteamplista de Chile. Ninguna. Son todas parte de lo mismo.
Como ya he dicho en variadas oportunidades: a la izquierda hay que enfrentarla en todas las canchas, no restarnos de ninguna confrontación con ellos, menos de esta batalla cultural donde ya nos han tomado mucha ventaja. Tenemos que repuntar. Por Chile y para Chile, esta guerra recién comienza...
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