Mostrando entradas con la etiqueta batalla ideológica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta batalla ideológica. Mostrar todas las entradas

sábado, 14 de agosto de 2021

A los comunistas hay que hacerles la guerra: la guerra cultural

 Es vital tratar de quitarle a la ultraizquierda todas esas banderas de lucha que no necesariamente son banderas de la izquierda: los inmigrantes, los indígenas, las mujeres jóvenes, las personas homosexuales, etcétera. 


Hacia finales de los años 70s surgió en el mundo el movimiento "Rock Against Communism" ("Rock contra el Comunismo"). Ese fue el primer atisbo de lo que sería la guerra cultural contra la ideología marxista a nivel global. Sí, es cierto que el orbe ha cambiado mucho en estos últimos cuarenta años, como así también ha mutado el propio del Comunismo, o más bien dicho, de los comunistas: hoy en día, muchos de los izquierdistas jóvenes ya no se autodenominan como comunistas sino que como "la ciudadanía", "el pueblo""la sociedad empoderada", "los marginados", agrupándose en una serie de partidos con nombres de fantasía que en conjunto conforman el Neomarxismo, una ideología que defiende los mismos principios del Comunismo clásico, pero que reniega del Comunismo por intereses electorales... y en el fondo sigue siendo tan comunista como antes. Quienes estamos contra el Comunismo, hoy en día debemos estar tan atentos a los comunistas como a los neomarxistas.

Respecto al Comunismo propiamente tal, parto diciendo que lo ideal sería que estuviese proscrito de la política chilena. Pero seamos realistas: eso nunca más volverá a suceder. Lo que hizo el ex presidente Gabriel González Videla fue épico, pero ya es historia. Hoy en día el Comunismo en Chile se ha fortalecido demasiado, sobre todo entre los jóvenes... y ni hablar del Neomarxismo, que es aún más fuerte. Después de las catastróficas consecuencias de la Revolución Terrorista del 2019 (tiernamente llamada "Estallido Social"), no hay dudas que si algún día en Chile volviera a ser proscrito el Partido Comunista, el país se transformaría en un caos nunca antes visto: inevitablemente terminaríamos en guerra civil, y yo no quiero ver a Chile como una nueva Siria, ni nada por el estilo. Un simple decreto jamás terminaría con la maldad y perversión mental de los comunistas, de hecho todo lo contrario: los motivaría a expeler su odio a través del Terrorismo, que es su herramienta preferida con la cual ellos ejercen la coerción para obtener sus objetivos políticos (como lo ha sido acá la Nueva Constitución). La ultraizquierda chilena lo que más desea es un conflicto armado de esas características, para forzar a tener un nuevo Punta Peuco del cual profitar por los próximos sesenta años.

Yo creo que en democracia al Comunismo hay que enfrentarlo de otras formas, no prohibiéndolo... por mucho que el propio Comunismo y el Neomarxismo sean de por sí antidemocráticos, lo cual quedó en evidencia ahora cuando la diputada Camila Vallejo llamó a desobedecer el acuerdo de los 2/3 en torno al debate dentro de la Convención Constituyente. Al Comunismo y al Neomarxismo hay que frenarlos desde el campo de las ideas, ridiculizarlos y dejarlos como lo que son: ideologías demenciales que defienden a terroristas. Y en ese plano es en donde entra a jugar la llamada "guerra cultural" o "batalla cultural": es ahí en donde tenemos que enfrentar a la ultraizquierda.

Obvio que dar la guerra cultural contra la ultraizquierda en Chile es demasiado difícil, principalmente porque en la derecha ya le hemos dado tres décadas de ventaja a la izquierda, la cual lleva más de treinta años adoctrinando a niños y jóvenes en colegios y universidades, y otros tantos usando los medios de TV y radio como elementos de propaganda ideológica. Nosotros no disponemos en este momento ni de la prensa a nuestro favor, ni de las aulas, pero sí podemos hacerles frente en forma coordinada usando en bloque todos los medios alternativos de los que sí disponemos: las redes sociales. Acá es muy importante el rol que pueden tener los blogs de derecha y también los canales de Youtube, como así también los grupos de Facebook, siempre y cuando sean abiertos y permitan compartir su contenido. 

Lo primero es lo primero: quitarle a la iquierda todas esas banderas de lucha que ellos usan, y que no necesariamente son banderas de izquierda. Hay que desenmascararlos. Tenemos que demostrar que nosotros también podemos enarbolar las banderas que defienden la causa de los indígenas, de los inmigrantes, de las mujeres jóvenes y de las personas homosexuales. Todos esos eslóganes no son de izquierda,sino que son bastante más amplios, y detrás de ellos hay personas que se identifican con dichas causas. Sin renegar de nuestros fundamentos que son defender la libertad, el patriotismo, el orden y la seguridad pública, y el crecimiento económico, perfectamente podemos demostrar que todo eso es compatible con apoyar a los indígenas, a los inmigrantes, a las mujeres jóvenes y a los homosexuales. No le dejemos a la izquierda crecer hacia donde no le corresponde.

Pero también es cierto: yo critico enormemente a algunos influencers y líderes de opinión de la derecha, que a través de sus redes sociales se llenan la boca con la guerra cultural, pero lo único que hacen con sus comenntarios es promover el clasismo y la xenofobia. Ese no es el camino. La estrategia es ampliar el espectro de nuestro electorado, no cerrarlo, y eso se logra con convicciones pero también con empatía por todas esas personas que no son como nosotros, pero que la izquierda -cual lobo con piel de oveja- trata de acogerlos en forma interesada sólo buscando los votos, a través de una ambiciosa maquinación de marketing político. Porque nadie es más xenófobo que el izquierdista frente a un inmigrante de derecha, y nadie es más homofóbico que el izquierdista frente a un gay de derecha, y eso es lo que justamente tenemos que dejar bien en claro en esta batalla cultural: esas banderas de lucha no son exclusivas de la izquierda.

Una vez superado este tema, hay que unificar el discurso, y tratar de enfocarlo en los temas donde la derecha supera a la izquierda: primero, las ideas de derecha mejoran la Economía y generan más empleos. Segundo, convencer a la gente que el problema a nivel global es la pobreza y no la inequidad. Tercero, mostrar una y otra vez que la izquierda chilena defiende a terroristas pirómanos. Cuarto: hablar de los fracasos del modelo socialista en Cuba y en Venezuela todas las veces que sea necesario. Por muy majadero que sea, este ejemplo hay que darlo a conocer siempre, y esto es principalmente debido a un detalle no menor al respecto: no existe ninguna diferencia ideológica entre la ultraizquierda castrista de Cuba, entre la ultraizquierda chavista de Venezuela, y entre la ultraizquierda frenteamplista de Chile. Ninguna. Son todas parte de lo mismo.

Como ya he dicho en variadas oportunidades: a la izquierda hay que enfrentarla en todas las canchas, no restarnos de ninguna confrontación con ellos, menos de esta batalla cultural donde ya nos han tomado mucha ventaja. Tenemos que repuntar. Por Chile y para Chile, esta guerra recién comienza...

Los duros rounds que debe dar la derecha: Las dos vertientes de la batalla cultural

 Dato duro pero cierto: Desde nuestro sector ideológico le hemos dado ya más de treinta años de ventaja a la izquierda, en lo que respecta a difusión de nuestras ideas. 


¿Algunas veces se han preguntado por qué últimamente la ideología de ultraizquierda ha avanzado tanto dentro de las personas jóvenes? Eso tiene una respuesta bastante obvia: porque ellos han hecho un trabajo de joyería en lo referente al adoctrinamiento político. En ese sentido nos llevan ya más de tres décadas de ventaja, ya que la izquierda usa los colegios y universidades como una plataforma para infundir sus ideas (bastante nefastas por lo demás) entre los niños y los adolescentes, y nadie dice nada. 

En ese sentido, no hay otra opinión al respecto: hasta ahora, en la derecha vamos perdiendo por paliza en esta batalla cultural. Pero al menos ahora noto cierta consciencia en que esa batalla hay que darla, y eso ya es un  avance. Y como no tenemos ni los colegios ni las universidades a nuestro favor, para empezar a brindar esa disputa tenemos que hacerlo ahora mismo, y en ese sentido es de vital importancia el uso de las redes sociales. 

Una vez aclarado este punto, voy a comentar otro aspecto muy importante: la lucha o batalla cultural debe darse en dos vertientes, y no sólo en una como dicen algunos opinólogos de la política chilena. La primera vertiente de este duelo épico que tenemos que brindar es la de saber defender bien nuestras ideas, y en ese punto sí tienen razón esos opinólogos de derecha a los que me refiero. Pero el segundo punto o vertiente es tanto o más importante: consiste en quitarle a la izquierda todas esas banderas de lucha que ella tanto enarbola y que no tienen por qué ser una lucha exclusiva de la izquierda y de la ultraizquierda. 

Me llama mucho la atención que muchos opinólogos de derecha sólo le presten atención a la primera vertiente de la batalla cultural, es decir a las de defender las ideas propias de la derecha, como lo son el orden público, el crecimiento económico, el Patriotismo, establecer bien la diferencia entre lo que es la pobreza y la inequidad, y promover todo lo bueno que heredamos del Gobierno Militar. Sin embargo, esos mismos opinólogos tienen totalmente botada la segunda vertiente de la batalla cultural, e incluso podría decirse que a través de sus plataformas hacen todo lo posible para perder por paliza ese duelo. Mal ahí, porque a la izquierda hay que enfrentarla en todas las canchas posibles, y no sólo en las que nos conviene a nosotros. 

Dicho de otro modo, en la derecha no tenemos por qué dejar que sólo sea la izquierda la que enarbole las banderas de la Ecología, de la lucha contra el racismo, o de la lucha contra la xenofobia. De hecho, ninguna de esas tres es ni debe ser una bandera exclusiva de la izquierda, y en la derecha tenemos que enfocarnos con todo en demostrarlo. Recién cuando le hayamos quitado esas banderas de lucha a la izquierda, habremos dado un paso importante para nivelar la cancha en lo que se refiere a esta guerra cultural (en la cual hasta ahora vamos perdiendo por mucho).

Para lograr todo esto, debemos partir de la base en admitir la existencia de estas dos vertientes de la batalla cultural, porque sólo a partir de ese diagnóstico correcto podremos empezar a planificar una estrategia correcta que nos permita remontar esa ventaja de treinta años que nosotros mismos le regalamos a los ideólogos de izquierda y ultraizquierda. Ya tenemos la respuesta, ahora sólo nos resta ponerla en práctica. 

El Pinochetismo tiene que adaptar su discurso a los nuevos tiempos

 Chile ha cambiado mucho en el último tiempo, y es necesario que la derecha más ortodoxa aprenda la tremenda lección comunicacional que le ha dado la ultraizquierda. 

Las últimas elecciones han dejado en claro que la derecha tradicional viene en franca caída en Chile. Triste pero cierto. Explicaciones e interpretaciones posibles hay muchas, pero yo me quedo con la mía, la cual se sustenta básicamente en dos puntos fundamentales, que a la vez nos abren tremendas tareas a futuro: los 30 años de adoctrinamiento y la falta de adaptar el discurso a los nuevos tiempos. 

Respecto al tema de los 30 años de adoctrinamiento en colegios y universidades, donde al menos a tres generaciones de jóvenes se les ha infundido la idea que la izquierda es la buena y la derecha es la mala, es poco lo que se puede hacer en la inmediatez. La ultraizquierda tiene tomada la docencia, y eso va desde los rectores hacia abajo. Acá hay que planificar a gran escala, pero todo eso es a largo plazo. 

Sin embargo, lo que sí o sí tiene que hacer la derecha dura -y especialmente quienes nos identificamos con el Pinochetismo- es tomarse las redes sociales, ya que las RRSS hoy en día son el "cuarto poder", en conjunto con los medios de prensa (los cuales también están a merced de la izquierda). Es ahí donde tenemos que dar la pelea en forma incansable, defendiendo todo lo que la derecha representa, y también mostrando sin ningún complejo ni vergüenza todo lo bueno que significó el Gobierno Militar para nuestro país. 

Pero además está el otro punto pendiente, el cual también es clave: el Pinochetismo debe cambiar su discurso, y saber adaptarlo a los nuevos tiempos, al Chile del siglo XXI. La sociedad en que la que vivimos ahora ya no es la misma de hace 40 años atrás, ni mucho menos. El Chile de estos días tiene 20 millones de habitantes, de los cuales más de 2 millones son inmigrantes o hijos de inmigrantes, además una mayoría abismante de los ciudadanos son hijos de madres solteras o viven en familias monoparentales, y también está todo el tema de la inclusión a las personas de las minorías sexuales, que antes eran mucho más discriminadas que ahora. Y para llegar a ellos no basta con el mero relato de la Economía de Libre Mercado ni con el culto irrestricto a la bandera. Eso es importante, pero el Pinochetismo debe abrirse a más, y adaptar su discurso a esta realidad moderna, que para bien o para mal es la que impera en el Chile actual. 

Los pinochetistas tenemos que emplear una dialéctica más inclusiva, pero no por ello alejada de nuestras convicciones más profundas. No estoy hablando de cambiar nuestro discurso, porque ya no seríamos pinochetistas. Sólo estoy hablando de saber adaptarnos, para llegar a grupos que hoy en día están a merced plena del discurso ideológico de la izquierda. Lo primero es lo primero: dejar de lado cualquier atisbo de xenofobia o de discriminación hacia los inmigrantes, ya que muchos de ellos han llegado a Chile por la Economía, y ese es precisamente el discurso que tenemos que usar para conquistarlos. Si vamos a sumar a venezolanos, colombianos, peruanos o haitianos inmigrantes hacia ese Neopinochetismo, pues bienvenido sea. Y para ello tenemos que integrarlos y acogerlos, no espantarlos con frases xenófobas más dignas de la época de la Guerra Fría que del mundo globalizado en el cual vivimos. 

Ante esto, es imperioso tener muy claro que los pilares de este Neopinochetismo deben ser dos: la Economía y la Seguridad Pública. Con esos dos principios no transamos: no podemos hacerlo. Pero en la defensa de estos dos principios fundamentales debemos de ser integradores, abriéndonos a convencer de ello a personas inmigrantes, a gente de las minorías sexuales, y a personas también enarbolan banderas como la equidad de género o la Ecología profunda. Porque para ello lo primordial es comprender que ninguna de ellas es una bandera de lucha exclusiva de la izquierda, eso debemos hacerlo notar: no lo es ni la dignidad de los inmigrantes, ni el respeto por las minorías sexuales, ni la equidad de género, ni el Ecologismo. Los pinochetistas (o neopinochetistas) tenemos que apoderarnos de todas y cada una de esas banderas de lucha, y hacerlo sin complejos. Porque -como ya dije- ninguna de ellas es propiedad exclusiva de la izquierda. 

Si no sabemos hacer esta transición ideológica de cara al siglo XXI, tan efectiva como lo hicieron los izquierdistas al mutar de comunistas a neomarxistas, inexorablemente el pinochetismo terminará por extinguirse cuando nosotros ya no estemos: y eso es justamente lo que tenemos que impedir. Como patriotas, esta batalla cultural debe ser una meta a alcanzar, y también un objetivo dialéctico primordial, y crucial para el futuro de nuestra nación: o nos adaptamos, o nos extinguimos.